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El estilo autoritario del liderazgo de Carla había sido un tema interno dentro de Link, hasta que una serie de dificultades en un importante proyecto le pasó la cuenta.
Link S.A., es una empresa de consultoría en sistemas de información que cuenta con 20 empleados. Principalmente, la firma se dedica a diseñar e implementar proyectos de tecnología de la información para empresas pequeñas y medianas.
Su propietaria es Carla, quien es también la encargada de la mercadotecnia y principal contacto con los clientes. Sin embargo, no es muy querida entre sus trabajadores. Su estilo autoritario es una constante que provoca más de un roce con el equipo, cuyos miembros rara vez la contradicen por temor, tanto a ella como a que los despida.
La empresa acaba de firmar un contrato con una gran empresa del mercado de distribución, la cual le ha encargado el diseño e implementación de un sistema de comercio electrónico para uno de sus centros de distribución. El contrato fue ganado en un proceso de licitación. En parte, Link consiguió el acuerdo porque su propuesta contenía un precio extremadamente bajo y Carla prometió que terminaría el proyecto en seis meses, a pesar de que el cliente había especificado que debía tardar nueve meses o menos.
Carla sabía que si lograba finalizarlo a tiempo y demostraba que podía acortar el plazo fijado por el cliente, podría conseguir un contrato mayor a futuro.
En cuanto Carla se enteró de que había obtenido el contrato, llamó a los ocho empleados con quienes quería realizar el proyecto. “Tal vez algunos de ustedes no lo sepa, pero presenté una propuesta a un cliente muy grande, el más grande que hemos tenido hasta ahora, para implementar un sistema de comercio electrónico en uno de sus centros de distribución. Se trata de un proyecto muy importante para mí, pues si tenemos éxito habrá otros proyectos con el mismo cliente y nuestra empresa se convertirá en una gran firma consultora y mi sueño se habrá hecho realidad”, les dijo.
“Debo informarles que es un contrato de precio fijo y que reduje en lo posible el precio para aumentar las probabilidades de ganar el contrato. Prometí, además, que lo terminaríamos en seis meses, a pesar de que se establecía un plazo máximo de nueve meses. Espero que le dediquen todo el tiempo para concluirlo a tiempo”, comentó a su equipo.
“Tendrán que buscar la manera de no descuidar las otras actividades. Y, repito, no voy a tolerar errores. Hay demasiado en juego. Ahora salgo para asistir a una comida de negocios. Pero les dejo copia del proyecto que presenté. Estúdienlas, reúnanse y pongan manos a la obra”, agregó. Cuando abandonaron la sala de reuniones, Diego, un diseñador de sistemas, dijo: “Vamos a leer la propuesta y mañana nos reuniremos a las 9 para planificar lo que debe hacerse”.
Carla alcanzó escuchar y exclamó: “¿Mañana? Acabo de decirles que este proyecto es muy importante para mí. Les recomiendo leer la propuesta ahora mismo y reunirse por la tarde o por la noche”.
Susana, una programadora, intervino: “Tengo una cita con mi médico esta tarde, no puedo quedarme”. Carla la interrumpió con brusquedad: “Pues tendrás que postergar la cita para otra fecha”.
Al salir Carla, Susana le comentó a Jorge, otro programador: “Vaya tipa. Si no necesitara los servicios del seguro médico hoy mismo presentaría mi renuncia”.
El grupo se reunió esa tarde. Para facilitar las discusiones, Diego encabezó la reunión, ya que era el empleado de mayor antigüedad. Jorge, que llevaba poco tiempo, le preguntó: “¿Diego, vas a ser el líder del proyecto?”. Diego respondió: “Las cosas no son así en esta empresa. Todos sabemos quién es el verdadero director, ¿verdad?”. Y la mayoría del grupo contestó al unísono: “¡Carla!” y se rieron.
Al empezar el grupo a discutir la propuesta surgieron muchas preguntas y hubo diferencia de opinión entre Diego y Jorge respecto al método con que se diseñaría el sistema. El de Diego era menos riesgoso, pero requeriría más tiempo; el de Jorge era riesgoso, pero tardaría menos. Diego les dijo:
“Voy a tratar de reunirme con Carla por la mañana y obtener algunas respuestas, de ser posible”.
“Quizá deberíamos juntarnos con ella”, propuso Jorge. “A Carla no le gustan las reuniones largas con muchas personas. Cree que es una pérdida de tiempo”, respondió Diego.
Diferencias varias
Diego se reunión con Carla a la mañana siguiente. “Y bien, ¿ya tienen todo planificado?”, preguntó la jefa. “Estuvimos discutiendo la propuesta hasta muy tarde en la noche y tenemos algunas preguntas.
Nos parece ambigua en algunos…”. Carla le interrumpió. “¿Ambigua? El cliente no lo pensó así. A mí no me parece ambigua. Explícame por qué crees que es ambigua”; “Por ejemplo, Jorge y yo hemos propuesto dos métodos distintos de diseño: uno más riesgoso, pero que requeriría menos tiempo; el otro, menos riesgoso, pero tardaría más”, aclaró Diego.
“Una reunión y ustedes están ya discutiendo como niñitos -le replicó Carla- ¿Nunca oyeron hablar del trabajo en equipo? Lo que yo quiero es menor riesgo y tiempo. No quiero alternativas ni hipótesis contradictorias. Ustedes dos deberán decidir y no perder más tiempo. ¿Debo yo tomar todas las decisiones en la empresa? ¿Acaso tengo todo el tiempo del mundo? Me da gusto enterarme de que todos estuvieron dispuestos a trabajar hasta tarde, pues es el compromiso que nos permitirá terminar a tiempo. Les pago excelentes sueldos y espero que hagan lo necesario para su éxito. Y si alguien no está dispuesto, pues que renuncie”.
Al darse vuelta Diego para abandonar la oficina, Carla le comunicó: “A propósito, como premio por haber obtenido el contrato voy a tomarme dos semanas de vacaciones en Europa. Y dile a tus compañeros que al regresar espero encontrar el proyecto bastante avanzado. Y sin pleitos”.
Más tarde, mientras Carla caminaba por el pasillo, vio a Susana y le dijo: “Supongo que lograste posponer las cita con tu médico”; “Sí, pero no por más de dos semanas. Va a ser difícil tratar de no rezagarme en el trabajo durante estos tres últimos meses”.
“¿Difícil? -respondió Carla- Permíteme decirte lo que es realmente difícil. Ayudé a criar a mis cuatro hermanos y hermanas cuando mi madre murió al dar a luz a mi hermana más pequeña. Luego, para pagar la universidad, trabajé por las noches casi 10 años, mientras criaba a mis propios hijos. Por eso, la próxima vez que pienses que el trabajo aquí es duro, recuerda que ha sido más difícil para otras personas. Confío en que termines tu parte del proyecto antes que nazca tu hijo. Cuento contigo”.
Cerca de la hora de salida Jorge se detuvo frente a la oficina de Carla. “¿Tienes unos minutos?; “Tengo un minuto para ti -respondió Carla- Voy a reunirme con un amigo para cenar, así que sé breve”.
“Hay una conferencia de cómputo en una importante universidad el próximo mes -le informó Jorge- ¿podría darme permiso para asistir? Voy a aprender muchas cosas que podrían sernos útiles en el proyecto”.
“¡Debes estar bromeando! -replicó Carla- ¿Quieres que pague tu asistencia a una conferencia ahora que tenemos un plazo que cumplir en el proyecto? ¿Y tus compañeros se van a quedar trabajando como esclavos? ¿No tienes sentido de prioridades? ¿No tienes ninguna responsabilidad con el resto del equipo? Estoy convencida de que soy la única que piensa en el trabajo en equipo. Tal vez cuando finalice el proyecto, podrás encontrar una conferencia más cercana y barata. Debo irme. Por cierto, dile al que salió último anoche que se asegure de apagar la cafetera. Se quedó encendida toda la noche. A veces creo que tengo que tengo que hacer de mamá con todos mis empleados”.
La caída
En ausencia de Carla el proyecto siguió avanzando a tropezones. Aunque Diego intentó asumir el liderazgo del equipo, los otros miembros cuestionaban sus opiniones. Mal que mal, nunca fue nombrado formalmente a cargo del proyecto. Además, Jorge, debido a la negativa de la jefa de tomar el curso, tampoco puso mayor empeño en su trabajo y sólo se limitaba a hacer lo que le correspondía.
Carla regresó de su viaje y se encontró que su proyecto poco y nada había avanzado. En ese instante fue llamada por el cliente, quien le solicitaba una reunión urgente. “Carla, debo comunicarte que estamos muy preocupados. Han pasado tres semanas desde que firmamos el contrato y los resultados hasta ahora no han sido los que esperábamos. Tu gente ha dejado muchas cosas de lado, hay una serie de aspectos técnicos y de desarrollo que conversamos contigo y que no hemos visto plasmados. Hemos pensado esperar un mes y si no hay cambios nos veremos obligados a buscar otra empresa”, señaló el cliente.
La jefa regresó a su oficina y reunió al equipo. “Está claro que debo hacer todo yo. Parece que durante mi ausencia se han dedicado a dilapidar el contrato que logré. Quiero que me cuenten qué pasó”, les dijo.
Diego tomó la palabra. “La verdad es que nos hemos encontrado con una serie de vacíos en la propuesta que nos dejaste, lo que nos ha generado una serie de dificultades en varios aspectos, como el diseño del módulo de gestión de compradores, de la gestión de pedidos y con la definición e identificación de los productos por catálogos”.
“A todo esto, ¿dónde está Susana”, preguntó Carla, que parecía no escuchar a Jorge. “Está con licencia, no se ha sentido bien de su embarazo, por lo que José está trabajando con nosotros”; “¿José? Pero si sólo es un estudiante en práctica sin experiencia alguna. Ahora entiendo todo este desastre”, replicó Carla. “Necesito que me solucionen esto, ¿no hay nadie que sea capaz de manejar el tema de la interacción con el banco? El cliente me volvió a reiterar la importancia que el sistema contemple que la transacción por Internet sea segura, a prueba de cualquier falla”; añadió.
“Pero Carla, recuerda que Juan es el experto en eso y en estos momentos está de cabeza en otro proyecto”, le respondió Diego; “No me importa, alguien debe solucionar el tema”, dijo la jefa totalmente molesta.
Al cumplirse el plazo de los seis meses, el sistema presentaba aún muchas falencias. Se requería más tiempo y un mayor presupuesto. El cliente le recordó a Carla que fue ella la que puso un plazo menor y a un precio más bajo. “La verdad es que estamos muy disconformes con la labor de Link. Por lo que nos aseguraste, confiamos en que el proyecto estaría finalizado en esta fecha y no es así. Por lo tanto, hemos decidido terminar con el contrato, no podemos esperar más”, fue la dura sentencia del cliente.
¿Qué fue lo que pasó? ¿Dónde estuvo el error? El estilo de liderazgo autoritario de Carla había pasado la cuenta. No definió el equipo de trabajo y la propuesta la realizó sola, no con el equipo de la empresa.
A todas luces, las personas no la siguen y le tienen miedo. Ella es una administradora y no una guía. Además, no posee habilidades técnicas y deja todo en manos de los empleados, pero no sabe delegar. Habla siempre en primera persona y no se involucra. Fue capaz de viajar y no dejar todo organizado antes de partir.
Asimismo, no inspira a su equipo y carece de habilidades interpersonales. Pasa por alto la capacitación, poniendo trabas al desarrollo de las personas. Su falta de liderazgo provoca que no solucione los problemas. Es más, evita las dificultades en lugar de buscar las respuestas.Sin la presencia de líderes técnicos especialistas, es muy probable que este sea el primer golpe de muchos. Carla debe cambiar su estilo de liderazgo, si no quiere que esta caída se repita. Ser jefe de proyecto no es sólo mandar y Carla comienza a entenderlo.
Ahora que viste el caso puedes profundizar en la teoría leyendo la clase de este caso.
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