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Los acontecimientos en Licancel y sus efectos en el río Mataquito, han puesto a Celulosa Arauco nuevamente frente a la opinión pública. Pero hay toda una historia detrás.
A fines del año 2004, los chilenos fueron testigos del drama ecológico que se vivía en el Santuario de la Naturaleza Carlos Andwandter, un humedal cerca de Valdivia. Las sobrecogedoras escenas de un cisne de cuello negro contorsionándose en una desesperada e inevitable agonía, sacudieron a la opinión pública. Aunque grupos ambientalistas y otras organizaciones ya venían alertando sobre este tema, fueron estas imágenes las que gatillaron una de las mayores y más complejas crisis industriales en Chile.
El llamado caso Celco en el río Cruces marcó un hito en la compleja relación entre una empresa privada y lo público. Y es que si el objetivo de toda compañía es maximizar su utilidad, hoy no se puede ignorar a los stakeholders. La empresa privada más grande de Chile no comprendió este nuevo fenómeno. Si bien hubo errores indiscutibles por parte de la autoridad, la lección más importante está en que la forma de hacer negocios en nuestro país ha cambiado. El discurso económico ya no es suficiente, más aún cuando la comunidad y el medio ambiente se ven afectados.
Celulosa Arauco (Celco) es parte de Empresas Copec, holding que tiene una capitalización de mercado que bordea los 17 mil millones de dólares y que es un actor muy importante en el mercado de combustibles, en el sector pesquero y en otros negocios. Pero el peso del sector forestal es particularmente significativo: de allí provinieron casi el 75% de las utilidades por US$823 millones que obtuvo durante el año 2006. Celco tiene más de 800 mil hectáreas de plantaciones y una capacidad de producción anual de 3 millones de toneladas de celulosa. Con su planta Alto Paraná en Argentina y la entrada en operación de Nueva Aldea, podría convertirse en el mayor productor de celulosa en el mundo. Posee el patrimonio forestal más grande de Sudamérica y su producción abastece a más del 6% del consumo mundial.
Celco había invertido más de US$1.200 millones en su planta en Valdivia, con una capacidad productiva de 550 mil toneladas. Ésta se había instalado en una ubicación sensible, cerca del humedal. Aunque el plan original de 1995 contemplaba descargar los efluentes al mar, grupos de presión impidieron la inversión en el ducto. Las autoridades ambientales cedieron ante las presiones, aceptando que el proyecto evacuara por el Río Cruces, que era el hábitat de diversas especies, entre ellas el cisne de cuello negro.
En febrero de 2004, la inversión histórica de Celco se puso en marcha. Ante las muertes y la emigración de los cisnes, las sospechas inmediatamente apuntaron a los efluentes que la filial más importante del holding Empresas Copec descargaba en el río Cruces.
Aguas turbulentas
A comienzos de 2005, debido a la crisis de los cisnes, se encargaron diversos estudios para evaluar la responsabilidad de la empresa. Ningún informe era concluyente. Sólo se sabía que la causa de la muerte de las aves era la falta del luchecillo, su principal alimento. Algunos informes incluso señalaban que el sofisticado tratamiento terciario de los efluentes para descargar sus riles era la causa de la desaparición del luchecillo, paradójicamente porque el agua estaba ahora demasiado limpia. Pero la situación de Celco se hacía cada vez más compleja.
El 13 de enero de ese año, el Presidente de la República Ricardo Lagos citó personalmente a Anacleto Angelini, patriarca y accionista mayoritario de Copec, para manifestarle su preocupación por los hechos. Sólo dos días antes se había ordenado la paralización de la construcción de la nueva planta de celulosa en Itata: se habían ignorado compromisos ambientales y su capacidad excedía lo autorizado.
En cuanto a la nueva planta que operaba en Valdivia, Celco había recibido múltiples sanciones y quejas por parte de la Municipalidad de San José de Mariquina, el Servicio de Salud de Valdivia, la Comisión Regional del Medio Ambiente y el Juzgado de Policía Local. La comunidad había sufrido las externalidades negativas de un proyecto de esta envergadura. Los malos olores y los residuos habían colmado la paciencia de muchos. Aunque las autoridades entendían que éste era un proyecto formidable, que atraería inversión, empleo y crecimiento para la zona, las aguas estaban movidas.
Cinco días después de esta reunión privada se suspendió la operación de la planta de Valdivia. El cierre forzado, que duró un mes, dejó pérdidas por más de 7 millones de dólares.
El 17 de enero, el grupo ambientalista ‘Acción por los Cisnes’ presentó un recurso en la Corte de Apelaciones de Valdivia. Éste fue acogido, pero en mayo Celco logró revocarlo gracias a un fallo unánime de la Corte Suprema. Sin embargo, las celebraciones no duraron mucho. Acto seguido, la Universidad de Concepción desconoció públicamente la autoría de ciertos antecedentes que habían sido fundamentales para la defensa. Argumentó que las conclusiones de un informe eran obra de la empresa, no de la universidad.
El abogado de Celco, Álvaro Ortúzar, rápidamente reconoció la entrega involuntaria de información errónea. En base a este “error involuntario”, ‘Acción por los Cisnes’ impugnó la resolución judicial y hubo airadas reacciones, no sólo de los grupos ambientalistas, sino de importantes autoridades gubernamentales. La imagen pública de la empresa estaba en el suelo.
Esto gatilló la esperada dimisión de Ortúzar. Pero un día antes, el 6 de junio, había sucedido lo inevitable: el gerente general, Alejandro Pérez, había renunciado. Anacleto Angelini finalmente aceptó el sacrificio de quien había convertido a Celco en la tercera productora mundial de celulosa. En sólo dos meses, producto de esta crisis, había perdido a quienes habían convertido a Copec en la empresa privada más grande de Chile.
Pérez, poco antes de su renuncia, había declarado: “He estado muy volcado hacia el desarrollo de la empresa en lo forestal e industrial y poco inserto en el tema de relación con la comunidad y la sociedad en general”. Esto reflejaba un punto fundamental: el rol de las grandes empresas en su relación con la comunidad.
Ciertamente la administración de Celco cumplió a cabalidad con su misión de maximizar la utilidad de sus accionistas: su valor aumentó más de cien veces en 20 años. Sin embargo, no supo enfrentar este nuevo contexto donde han surgido influyentes grupos de presión civiles, sobre todo ambientalistas. En este escenario, donde lo público interactúa con lo privado, el discurso de la Responsabilidad Social adquiere relevancia.
En esta crisis pareciera que Celco no tuvo una estrategia adecuada para enfrentar su Gran Crisis. Descuidó a la comunidad, minimizando el impacto de las presiones. Confiando en su tamaño y en factores de carácter económico, soslayó a los stakeholders. Ésta es una lección que ha tenido y sigue teniendo muchas repercusiones.
Ahora que viste el caso puedes profundizar en la teoría leyendo la clase de este caso.
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